viernes, 26 de octubre de 2007

el último de Vladimir

Hasta siempre, Vladimir. A juzgar por su porte, nadie diría que duerme el sueño eterno. Su rictus todavía refleja ese aire chulesco y desafiante que a ella la enamoró. Ania siente que su alma llora amargamente. Sus ojos nos derraman ni una lágrima. No las merece. El golpe ha sido duro, pero bastante menos que el de la imagen que le devuelve el espejo de su habitación. Las cicatrices de su cuerpo son casi tan hondas como las de su pobre autoestima. Descanse en paz. O no. Hasta nunca.

jueves, 25 de octubre de 2007

Dancing


A ver si me llegan estampas más nítidas que ésta. El fotógrafo de la fiesta se me acerco y me dijo: os puedo sacar una foto a ti y a tu amiga? Sois unas marchosas. Y nos hizo un par de fotos en las que la niña Ali y yo salimos muy guapas. En ésta los iluminados del botellín de cerveza somos Ali a la izquierda, Juanito en el centro y yo a la derecha del padre. Nos falta Jadd que es un hombre más prudente y se retiró antes. Le dio miedo vernos tan desatados.Menudo fiestón. Llegamos a media noche, cuando salía La Cenicienta, y nos fuimos a las cuatro y media porque al día siguiente tocaba madrugar!!! No, me arrepiento, volvería a hacerlo…No paré de bailar ni un segundo, a pesar de la tendinitis. Tenéis que venir un jueves a Madrid porque la experiencia es increíble. No sé cómo andará el plantel de DJs pero para la inauguración trajeron al Señor Lobo y yo viví un auténtico éxtasis místico.

Entonces, eras tú

Hasta siempre, Vladimir. Qué digo hasta siempre; hasta nunca. Ya no te aguanto más, no aguanto al desconocido en el que te has convertido. ¿Qué ha pasado con el chico que conocí en Anadyr? Eras tan dulce y tenías tantas ilusiones… Nos vinimos aquí para tener una vida mejor y mira en lo que te has convertido. No me gustan tus amigos y no sé en qué andas metido. No apruebo las ropas caras que llevas ni los ostentosos lujos en los que derrochas cantidades ingentes de dinero. No quiero joyas, no quiero pieles, no quiero ropa cara. Te quiero a ti. Quiero al que eras entonces.

El eco

Hasta siempre, Vladimir. Te quiero. Anna gritó su despedida a las montañas, las únicas que entenderían su tristeza por la partida de Vladimir, quien caminaba presuroso para no perder el tren que le llevaría hasta su futuro en una fábrica de Moscú. Se detuvo una vez más a contemplar las majestuosas cumbres nevadas. Cuánto iba a echarlas de menos. Lo mismo que a Anna. Hasta siempre Vladimir. Te quiero. La voz de Anna llegó desde las montañas, prendida del eco. Yo también te quiero, contestó con pesar. Volveré a por ti, gritó Vladimir al eco, aunque sabía que nadie le oía.

miércoles, 24 de octubre de 2007

El asesino

Hasta siempre, Vladimir, mascullé y le descerrajé dos certeros tiros. Aunque me temblaban las manos, apretar el gatillo había resultado más sencillo de lo esperado. Su nombre era lo único que sabía sobre mi primera víctima. Vladimir, ¿qué habías hecho para acabar así? Observé el cadaver y me repugnó lo que vi: un hombre sin cara sobre un charco de sangre. De repente, me sobrevino una arcada y vomité la cena. Había matado a un hombre y me dolía horriblemente el estómago. Y así sería siempre, una y otra vez. Pero eso yo aún no lo sabía.

El milagro

Hasta siempre, Vladimir. Nunca pensó que escucharía esto, que una despedida significara tanto. El milagro se había producido. La caprichosa suerte siempre le había dado la espalda. Pero no esta vez. Él también tenía derecho al calor de un hogar y al amor de unos padres. El destino no podía ser tan cruel. Era fuerte, pero no lo suficiente como para bregar solo. Y menos con la soledad. Ahora se sentía feliz. Estaba impaciente por estrenar su nueva vida. Una lágrima amenazó con brotar de sus ojos.

Camaradas

Hasta siempre, Vladimir. Al despedirse de su camarada, el antiguo policía soviético tuvo la sensación de que jamás volvería a verle. Habían trasegado litros de vodka barato y despotricado contra los nuevos tiempos. Ahora la inseguridad lo dominaba todo, ni siquiera se podía beber con tranquilidad. El vodka adulterado había intoxicado gravemente a miles de personas. La nueva Rusia era un asco, no quería verla.
Se metió en la cama. La calefacción no funcionaba. Sentía mucho frío y el alcohol sumergía su mente en una confusa espiral de imágenes delirantes. Al despertarse, abrió los ojos. Se había quedado ciego.

El hijo

Hasta siempre, Vladimir, dijo Natasha mientras se acariciaba con pesar la tripa. La noche en que llegaron a España, llenos de ilusión y esperanza, se habían amado con urgencia. Dos meses después las consecuencias se habían revelado en forma de tubito color rosa. Un hijo lo echaba todo a perder. El plan estaba claro: trabajar duro durante unos años, hacer dinero y volver a su país. Entonces vendrían los niños. Natasha volvió a tocarse la tripa. Cogió la maleta y se dirigió a la estación de tren. Sabía que Vladimir no se lo perdonaría nunca. Su hijo nacería en casa.

martes, 23 de octubre de 2007

Siempre

Hasta siempre, Vladimir. La frase retumba en su cabeza. Recuerda la despedida, hace ya más de veinticinco años… Le abraza fuerte y empieza a temblar.Hacía una hora que merodeaba por la obra supervisándolo todo cuando sintió la mirada de alguien clavada en ella. Estaba ya harta de que los trabajadores babeasen a su paso, le molestaba profundamente que ciertas cosas hubiesen cambiado tan poco. Retadora se paró enfrente del hombre y entonces reconoció aquellos ojos azules.

El conductor ruso

Hasta siempre, Vladimir. Cuando llegó a aquel territorio hostil dominado por hombres barbudos nadie quiso ayudarla. Iba a irse a casa, a punto estuvo de llamar a la redacción para pedir que mandaran a Gonzalo. No hubo necesidad. El ex soldado se presentó en el Mustafa y le ofreció sus servicios.
Ahora la tormenta había estallado en Irak y Marta, poseída por el ritmo feroz de los tambores, se dirigía allí y dejaba el país embozado. Besó a su chofer y deseó con todas sus fuerzas volverse a cruzar con el ruso en esta vida; en todas las vidas.

De un hombre que fue feliz

Era un hombre feliz con dos hijos a los que amaba e imaginaba lo tenía todo. De la noche a la mañana encontró el amor de una mujer y supo lo que le faltaba. Pero fue entonces que de la noche a la mañana le arrebataron la felicidad de sus hijos. Ese nuevo día comprendió la crueldad del género humano y, aunque mantenía el amor por partida doble, se le escurrió entre el corazón, las manos y los juzgados la confianza en sus semejantes. De la noche a la mañana era un hombre feliz que dejó de serlo.

NOTA: este cuento me lo ha mandado Jorge. Desde aquí, le mando mucho ánimo

¡GRACIAS!

Al final, el relato ha resultado ganador. Y ha sido gracias a los integrantes de favedefuca, porque me han animado a desperezarme y escribir cuentos cortos. Una parte de mi triunfo es vuestro. Gracias, de verdad

Extranjería

Hasta siempre, Vladimir. Le abrazó e inspiró su perfume dulce. Podía sentir el calor del cuerpo de su esposo y deseó que aquel contacto no terminara nunca. Jamás antes habían estado tan cerca. Se maldijo por no haberle dicho nada y maldijo al mundo. Te quiero, pensó. Te quiero y tú no lo sabes.
Y sin que ella pueda hacer ya nada se rompe el instante perfecto. "Lo siento señora, tenemos que irnos, el avión sale dentro de dos horas", exclama el policía.

lunes, 22 de octubre de 2007

FINALISTA

favefuqueros: Mi cuento titulado El Orfanato es finalista del concurso de relatos cortos de la SER (Hoy por hoy) de esta semana. Mañana me batiré a mis otros dos contrincantes en las ondas. Sé que me pondré nerviosa, pero que sea lo que sea.
Gracias a Sullyvan, Mari y Pablini por animarme

jueves, 18 de octubre de 2007

El libro

- Ése viene a por ti, dijo Tom al viejo pescador. María dobló la esquina de la página con cuidado y cerró el libro. El reloj marcaba las doce y cuarto. Sus padres se iban a enfadar con ella al día siguiente, cuando viesen de nuevo sus enormes ojeras y lo mucho que le costaba levantarse para ir a la escuela. Se acurrucó bajo el edredón y se durmió pensando en Tom, Laura y sobre todo en Mathias, el pescador.

miércoles, 17 de octubre de 2007

El orfanato

Ése viene a por ti, susurró Vladimir al oído de Eva, una hermonsa niña rubia, cuatro años menor que él. Desde que sus padres le abandonaron en el orfanato, había desarrollado un olfato especial para detectar el interés de quienes visitaban el centro. Siempre en la misma posición, pegado en la pared, como si un pelotón de fusilamiento fuera a descargar sus balas en su endeble cuerpo, había experimentado la indiferencia de decenas de parejas que habían desfilado ante él. Nadie parecía verle, pero ya se había resignado. Eva le apretó el brazo. Hasta siempre, Vladimir.

LA PRESA

- Ése viene a por ti. Lo sé por su forma de mirarte. Te está escudriñando como un ave rapaz antes de abordar a su presa. Puedo adivinar que está deseando posar sus huesudas manos en tu cadera. Intentará arrastrate sútilmente a su terreno. Cuando lo consiga, porque estoy segura de que así será, ya no tendrás oportunidad de zafarte de él. ¿Qué te dije? Se dirige hacia aquí. ¡Haz algo!

- ¿Bailas?

La carrera

- Ése viene a por ti. Acelera. Curva a la derecha, 60 grados y abierta. Quiere adelantarte en el siguiente tramo, largo y sin complicaciones. Ábrete y pisa el acelerador, se está acercando... Julián siente el sudor correr por su espalda. Sabe que la siguiente curva -muy cerrada- es la única oportunidad de quitarse de encima a su contrincante. Ya no escucha a su compañero, sordo por el miedo de no ganar. En la curva sale despedido contra un árbol. En un gesto instintivo se cubre la cara con las manos. El mando de la videoconsola se estrella contra el suelo.

martes, 16 de octubre de 2007

Run, Lana, run

Ése viene a por ti, sálvate mientras puedas Lana, alguien ha debido irse de la lengua. La chica corre Montera abajo encaramada en sus zapatos de charol rojos. El sueño español hace ya mucho que se ha convertido en una pesadilla. Aterrizó en Madrid con la promesa de ejercer la enseñanza. No sabía lo que le esperaba. Quiere volver a Rusia. Lleva ya varios meses siendo confidente. Conoció al sargento Ramos tomando café en el bar de la esquina de su casa. Tiene que encontrarle antes de que sea demasiado tarde, antes de que Miroslav la despelleje viva.

La duda

Después de tres semanas de aislamiento, los carceleros dieron a escoger a Eusebio entre disponer de permiso para fumar o pasar a una celda compartida. Sopesó la propuesta. Se moría de ganas por llenar los pulmones con el cálido humo del tabaco. También le venían a la memoria viejas historias sobre la camaradería entre reclusos y otras de abusos, violencia y traiciones.

Cuando el carcelero le preguntó qué había decidido, contestó que quería pasar a una celda compartida con permiso para fumar en su celda de aislamiento. Y yo quiero una negra que me abanique, respondió el guardia mientras cerraba la pesada puerta.

Eusebio comprendió que le esperaban, al menos, otras tres semanas sin compañía y sin tabaco. La duda, eterna compañera. Y ni una moneda en el bolsillo para echar al aire.

La huida

Ese viene a por ti. No lo creo, contestó el diablo. Miró ferozmente al ángel y éste batió sus alas para salir huyendo, aterrorizado.

La mirada del galgo

Ése viene a por ti. Sal de ahí, acércate a la portilla y cuando pase; mírale a los ojos. En tu mirada leerá que estabais destinados a encontraros.
Bruno arrastra su cuerpo todavía desnutrido y magullado para colocarse en primera línea. El muchacho avanza lentamente mientras mira a aquella manada de desamparados y de pronto se detiene y clava la vista en Bruno. “Quiero éste”. El encargado de la perrera entra en la jaula y ata a Bruno. El maltrecho galgo sale y se dirige a su nuevo dueño. Sabe que está salvado.

El cóndor pasa

En 100 palabras queda así:

“Ése viene a por ti. Corre Ankuwillka. ¡Corre!” - aulló Kurumi. El niño se lanzó monte abajo mientras el cóndor descendía en picado.
Hace muchos años, el pueblo de Ankuwillka vivía feliz. Las cosas cambiaron cuando Lawrawa, dios alado, decidió que los moradores del valle serían pasto ocasional de los señores de las cumbres.
Kurumi dispara una flecha arco iris en un intento desesperado por salvar a su amigo. El cóndor taladra a Ankuwillka con sus poderosas garras. El niño siente la bala y se desploma. Kurumi galopa por la ladera. Tiene que huir. La próxima vez vendrán a por ella.

Ése viene a por ti

“Ése viene a por ti. Corre Ankuwillka, ¡corre!” - aulló Kurumi. El niño se lanzó monte abajo mientras el cóndor descendía en un vertiginoso picado. La noche anterior Ankuwillka se había quejado de la extorsión a la que los cóndores tenían sometidos a los habitantes del valle.

Hace muchos años, cuando todavía vivían los ancestros, los pobladores de los Andes vivían en paz y armonía. La tierra era de todos y no había límites fijos. Las cosas cambiaron cuando Lawrawa, dios alado, padre de los señores de las cumbres, decidió que los moradores del valle sagrado no podrían salir de allí. Vivirían separados de otros asentamientos y se dedicarían a criar ovejas para alimentar a los temibles alados.

El indomable ya casi ha llegado al bosque, allí encontrará resguardo momentáneo. Kurumi dispara una flecha arco iris al pájaro en un intento desesperado por salvar a su amigo pero el plumaje negro absorbe los colores sin dejar herida. El cóndor hace una cabriola y taladra a Ankuwillka con sus garras. El niño siente la bala y cae desplomado al suelo. Kurumi sale disparada monte arriba. Tiene que huir. El próximo vendrá a por ella.

Conversión

Míriam mira con curiosidad a través del cristal del autobús que la lleva del aeropuerto al hotel. Las calles están repletas de coches, de hombres, de tenderetes, de animales... Sus ojos se posan muy de vez en cuando en alguna mujer. Casi todas van vestidas como preconiza el Hiyab, ocultándose a la vista. No quiere mirar a estas mujeres cubiertas con prejuicios, pero despiertan su curiosidad. ¿Visten así porque quieren? ¿Están cómodas con esas largas túnicas y velos o preferirían llevar pantalones, una fresca camiseta de algodón y el pelo recogido simplemente en una coleta, como ella misma viste ahora mismo? Ya en el hotel se encuentra con su contacto, Ali. Asalamu alaykum, dice Ali, con una gran sonrisa a la vez que le tiende la mano. Wa alaykum salam, responde Miriam y estrecha la mano con confianza, contenta de que Ali se haya decidido por mirarla a los ojos y el apretón de manos, que preconizan una relación cordial y sin tensiones debidas al hecho de ser mujer y para colmo occidental. Cinco meses después, Míriam se muda a Inglaterra para vivir con Ali. El amor los ha convertido en uno, más allá de sus diferencias.

lunes, 15 de octubre de 2007

15 de Octubre. De blogs y medioambiente

La humanidad arrancó la cabeza del espíritu del bosque y la destrucción lo asoló todo. Murieron los árboles, se secaron los ríos y la tierra se convirtío en un lugar árido y sombrío. Se apagó el sol y murieron los animales que poblaban el planeta azul. No quedó nada vivo. Hera no pudo seguir batallando. Se rindió al ataque del hombre y sucumbió llevándose a todos con ella.

domingo, 14 de octubre de 2007

Manifiesto

Gran texto de Jorge Bucay de sus Cartas para Claudia recomendado por otro Jorge, también argentino. Gracias por la lectura, flaco. Me está encantando.

Quiero que me oigas sin juzgarme.
Quiero que opines sin aconsejarme.
Quiero que confíes en mí sin exigirme.
Quiero que me ayudes sin intentar decidir por mí.
Quiero que me cuides sin anularme.
Quiero que me mires sin proyectar tus cosas en mí.
Quiero que me abraces sin asfixiarme.
Quiero que me animes sin empujarme.
Quiero que me sostengas sin hacerte cargo de mí.
Quiero que me protejas sin mentiras.
Quiero que te acerques sin invadirme.
Quiero que conozcas las cosas mías que más te disgusten.
Quiero que las aceptes y no pretendas cambiarlas.
Quiero que sepas que hoy cuentas conmigo...
sin condiciones.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Los puntos blancos

Contemplaba el mapa iluminado por los puntos blancos y sonreía al reconocer los lugares donde moraban los seres queridos. Bilbao, Londres, París, Estocolmo, Santiago de Chile, Madrid, Asturias, Cantabria, Berlín; Madrid, punto inmenso... Atestiguaban presencias decisivas todas ellas.
Le encantaba ver puntos en lugares desconocidos y le maravillaba que gente de todo el planeta pudiera leer los relatos íntimos del clan del tío Celerino. Especial ilusión le hacía reconocer los lugares de aquellos lectores que se habían manifestado, como aquel portugués tan entrañable y comprometido que se atrevió a dejar un comentario. Le encantaba imaginar los rostros y las vidas de aquellos extraños que habían entrado por casualidad y miles de preguntas le venían a la mente.

Como siempre, hoy miró el mapa y entonces descubrió un punto como una sombra sobre un lugar que bien podría ser Malmö...

Historias

El tío Celerino está realmente enfermo. Entonces, ¿quién nos va a contar las historias? Que esté enfermo no significa que se vaya a morir. Ya, pero ahora no puede contarnos historias y si se muere, mucho menos. Quizá se recupere. No lo creo, con la edad que tiene. La culpa es nuestra por no haber inventado historias, por esperar siempre que nos las contase el tío Celerino. Pero es que las del tío eran siempre tan buenas, creo que a nosotros no se nos ocurriría nunca nada igual.

Y Celerino murió. El párroco loó su figura y proclamó que Celerino no había desaparecido, que se encontraba dentro de todas las personas que lo quisieron. Los dos sobrinos se miraron y, ante el asombro de todos, salieron corriendo de la iglesia. Llegaron a casa y comenzaron a escribir historias.

martes, 9 de octubre de 2007

Amor urgente

Rápido, amémonos lentamente.

lunes, 8 de octubre de 2007

Alter ego

Morris Rosenberg en Concebir el yo nos dice: Para poder estudiarnos a nosotros mismos tenemos primero que salir de nosotros mismos. Yo digo que a veces basta escuchar cómo está el alter ego de una y es que el alter ego se siente igual, tan igual que a veces sigue dando vértigo la constatación de la existencia de un espíritu tan afín.
¿Qué fuiste Patricia en otras vidas? ¿Cómo es que siento tantísimo lo que tú sientes? Es más, ¿cómo es posible que tantas veces me sienta en el mismo estado que tú? ¿Qué es lo que nos une así? Los lazos sanguíneos y la niñez compartida podrían explicar muchas cosas a un nivel superficial y hay sin embargo, Patricia, una corriente subterránea que nos une y que hace que yo me sienta como tú te sientes. La corriente hace también que tú aparezcas cuando pienso en ti. Tú estás siempre en mí. No importa la distancia que nos separe. Tampoco importa el tiempo de incomunicación. Pareciera que no necesito comunicarme contigo a menudo porque, no sé cómo explicarlo, eres parte consustancial de mí. Tú eres yo, siendo tan tú y tan distinta a mí.

viernes, 5 de octubre de 2007

Necrológica

A Agustín se le atragantó el café que tomaba en el bar mientras ojeaba el ABC. Julián Llamas Fernández. Q.E.P.D. Falleció ayer en Madrid, a los 69 años de edad, habiendo recibido los SS. SS. y la B. A. de su S. S. Su esposa, María... No pudo seguir leyendo. Pagó a toda prisa el cortado y echó a correr hacia su casa. Pero ¿cómo no me ha llamado mi madre? Mi padre ha muerto y yo no me he despedido de él... Dios mío. ¿Por qué no contesté el fin de semana pasado a su invitación a comer? Sólo por ir al bar a ver el puto partido... Mamá, mamá, ¿por qué no me has llamado? Joder, ya sé que no me intereso mucho por vosotros, y que a veces no os cojo el teléfono... Sí, y que hace casi cuatro meses que no voy a visitaros pese a que vivimos en la misma ciudad... Y... Agustín llora mientras corre, no sólo por la tristeza que le embarga, sino también por los remordimientos. Corre como un loco. Sin mirar a los semáforos, sin pararse a tomar aliento a pesar del dolor agudo en el costado. Una vez en su piso, marca el número de teléfono de la casa de sus padres, tras corroborar en la agenda que no lo ha olvidado pese a los muchos meses de no marcarlo. - ¿Dígame? - Mamá, soy yo, Agustín. Pero ¿cómo no me has dicho nada, mamá, hostias, que me tengo que enterar por el periódico? - Agustín, hijo, ¿de qué hablas? ¿qué te pasa? ¿por qué lloras? - Mamá, papá se ha muerto, muertooooo, y no me dices nada. - Agustín, tu padre está aquí a mi lado, ¿qué locuras estás diciendo? ¿te encuentras bien? Agustín se queda callado. Aliviado y avergonzado, se sienta en el suelo y sigue llorando. Otro Julián Llamas Fernández, con una mujer que se llama María, ha muerto en Madrid. Ojalá que su hijo no se haya enterado por el periódico.

jueves, 4 de octubre de 2007

Qué ridículo...

Y después de un día muy triste en el que he llovido tormentas, acabo de ver que tengo un correo basura en mi bandeja de entrada del trabajo y descubro lo siguiente. Copio textual:

http://www.skishames.com/
Evening sandra.lastra
I have been using manster for 2 months and I have gained a 1/2 inch in girth and 1/4 inch in length
Lonnie rabimba

Me ha entrado la risa histérica, imagino por la tensión nerviosa que llevo acumulada del día y me ha parecido divertido y ridículo el email porque parece que mi amigo "Lonnie alone" me esté pidiendo audiencia en la alcoba ahora que todo es XL... Ante tan ridícula afirmación solo puedo exclamar: Congrats! Good for you! Hay que joderse... ¿Quién coño ideará estas majaderías? ¿Os imagináis montar una agencia de creación de junk mails? Tiene que ser casi tan divertido como ser reportera del Hola. "La princesa del guisante lucía radiante en el baile de primavera acompañada por su Alteza Real el principe hortelano".

Goce

Este es uno de los escritos de mi tía Charo, de su cuaderno de bitácora, uno de los muchos que recogieron sus amigos y con los cuales han hecho un hermoso cuaderno carmesí que guardamos todos como oro en paño.

Acude el dedo
Allí donde la llaga
Sangra y duele más
Una vez y otra
Una y otra vez
Y así desde el principio
Se repite
El mismo goce
A la espera de que en cada caer
Se torne nuevo
Como alguna vez fue

El cumpleaños de Charo

Hablaba con Camilla a través de Skype. Estaba teniendo una buena conversación, de esas a corazón abierto que tenía siempre con esa romana viajera, fichaje reciente que en poco tiempo se había ganado una enorme muesca en el contador de sus afectos. Iban a despedirse cuando la alarma del móvil se puso a sonar frenética.
-Dame un segundo, Cami, que no sé qué coño será.
Vuelve a sentarse delante del ordenador. Casi no puede hablar, el grifo se ha vuelto a romper y las lágrimas suben.

Hoy es el cumpleaños de Charo. Mi tía "charitomuchamarcha", presidenta de los charolastras, jabata, vital, apasionada, atormentada Charo. Charo se fue este año, esperó a que llegara abril, su mes favorito, y después de tantos años, mi tiabestia se rindió al cáncer que se la llevó dejándonos a muchos muy huérfanos de su presencia.
En estos momentos quisiera creer en dios y en otras vidas, pensar que estás flotando cerca de nosotros o, viajera incansable como eras, que has vuelto al Polo Norte a contemplar las auroras boreales.
Sé que no estás y sé también que perduraras para siempre en el recuerdo de todos los que tanto te queríamos. También estás en todos los rincones de Madrid, ese Madrid que ya últimamente tanto te cansaba.
Solo he ido una vez a la Austriaca desde que te fuistes, la tarta de 4 chocolates de San Onofre nunca supo tan triste, la terraza del Rincón es un santuario en el que recordar tu última salida. Como no, fuerza bruta, salvaje, te arrastraste a comer al Janatomo con Pati y conmigo y ya agotada, no quisiste volver a casa. Nos sentamos fuera. Te veo envuelta en tu elegante abrigo marrón. Flaquita, con la cabeza bien alzada disfrutando de los primeros rayos de sol que anunciaban la primavera. Cada vez que estoy allí no puedo evitar mirar la terraza y el rincón en el que estabas sentada.
Paso por el Pardo y veo las encinas y pienso en nuestros paseos, en cómo te gustaba ir cerca del río, en cómo, bestía burra, en los últimos tiempos, te tenías que tirar agotada al suelo. Te recuerdo en la cocina, ensayando mil potajes, entre marmitas, como una bruja creando pociones. Te recuerdo bebiendo Bitter Kas en la recta final, como último antojo, tú que nunca antes lo habías bebido, y recuerdo a Carlos cortando limón para aderezar las ostras. Excéntrica. Cómo nos reíamos, ¿te acuerdas?. Te recuerdo la última noche, abatida en la cama, despidiéndote de todos nosotros. Sonaba el claro de luna y tú te ibas, rodeada de tus hijas y de Carlos. Pili y yo, llorando en la habitación de al lado. Te recuerdo inconsciente. Recuerdo haberte cojido la mano y recuerdo haberme derrumbado por fin. Recuerdo llorar, mucho. Recuerdo que de repente me apretaste la mano y me dijiste: no llores.
Recuerdo tu valentía, tus arengas, tu lucha incansable contra el cáncer, contra las injusticias, contra el nefasto city planning (si vieras ahora la plaza de los luna...), contra El Boñar... Tu vitalidad, tu amor, tus inquietudes, tus ganas de vivir a tope, tu humor, tu cabezonería. Recuerdo sobre todo tantos buenos momentos que he tenido el placer de compartir contigo. Me alegra haberte querido tanto y haberte acompañado en el duro camino hacia la muerte. Ha sido una suerte haber estado ahí. Eso me ha hecho más fuerte, mejor persona. Qué lección de vida me has dado Charo. Magistral.
Recuerdo lo último que me dijiste: Sandra, eres todo corazón. Tienes que endurecerte un poco, o no...
Para mí siempre serás una huella indeleble de coraje y valentía. Peleaste hasta el final como una leona, como la fiera que siempre fuiste. Te quiero. Siempre.

miércoles, 3 de octubre de 2007

La vecina de La Polla

Records...

La vecina de los Bakers está afrontando una crisis personal que mitiga escuchando a todo volumen a viejas glorias del panorama musical español. Cómo olvidar aquel Come mierda... Total, que además de reirme y solidarizarme con lo que tenéis que estar padeciendo, me ha invadido la nostalgia y toda aquella música que escuchaba y ahora no escucho. La madurez es un grado.

Me he puesto nostálgica y me he acordado de cuando forraba las carpetas con fotos de los guapos de moda y en las páginas separadoras escribía poesías y lemas de libertad. Me he acordado de lo muchísimo que me gustaba Extremoduro y su So payaso. Me he acordado de que era la niña de azul y de cómo sonaban Los Suaves en aquel R19 rojo que volaba mientras el viento nos revolvía el pelo. Me he acordado de cómo nos recojíamos el uniforme para que fuera más minifaldero, de las primeras borracheras en las fiestas de verano, de los porros, del primer beso...

¡Qué mayores nos estamos haciendo! Estoy descolorida.

PS: Papá, mamá. Yo nunca terminaré como Lola. No sufráis. Os quiero.

Tiempo de mandarinas

La lluvia se apodera de todo y limpia con su llorar manso las calles de la ciudad. El cielo ha perdido su color azul y la bruma lo invade todo. Llega el otoño. Todo se prepara para morir pero un pequeño destello dorado la saca de su tristeza. Allí, en el estante más bajo de la frutería, descubre una caja colmada de esferas naranjas. Mandarinas, pequeños soles radiantes que la acompañaran en el tránsito por la senda del sueño y la llevaran indemne hasta el amanecer de una nueva primavera.

lunes, 1 de octubre de 2007

El hijo del halcón

Aquella baja médica que le dieron hace tres semanas se estaba se estaba convirtiendo en una trampa inevitable para pensar. Pensar en el presente, ese tiempo que no es y que se desvanece cada vez que ella intenta atraparlo. Pensar. Pensar mucho. Pensar en el futuro, eterno interrogante. Pensar en el pasado.

Laura tiene treinta y siete años y un hijo pequeño que dejó en Londres al cuidado de su padre. Hace ya cinco años que volvió a casa. Cinco años que han pasado desde que se separó de Aaron, directivo de uno de los mejores bancos de inversión del mundo, padre de su hijo, ex marido, ex amante, ex amor.

Se conocieron en Londres. Ella llevaba ya dos años trabajando en el departamento de artes gráficas del banco y él acababa de llegar de la central. Era norteamericano y tan perfecto que parecía sacado de un anuncio de Ralph Lauren. Se había educado en las mejores universidades de su país y había comenzado una meteórica carrera en Nueva York pero quiso el destino enviarle a Europa, a la sucursal londinense. Al principio pensó en quedarse allí un par de años, quería viajar por Francia, Italia y disfrutar de la vida decadente y bohemia que imaginaban las películas que él veía en su país. Él era un tiburón financiero por mandato familiar al que le divertía fantasear con buhardillas en Montmartre, con pan caliente y puentes de piedra que cruzan el Sena . Pocas veces soñaba Aaron, y esa era la única licencia que se permitía.

Por el contrario Laura vivía en un permanente estado de fantasía. De hecho, era la única forma de soportar el tedio de la rutina. Así pudo con el trabajo en el banco. Laura trabajaba turnos espartanos, de doce de la noche a seis de la mañana. Había empezado con un turno diurno de doce del mediodía a ocho de la noche pero enseguida se dio cuenta de que no podía soportar a los analistas financieros y que de noche, disminuían las posibilidades de toparse con aquellos perros rabiosos que pululaban por el banco e irrumpían en su departamento reclamando el trabajo que debía estar terminado cinco minutos antes de que lo hubieran pedido. Eran extraterrestres de todo el mundo, más o menos de su edad, que bajaban chillando y trataban a los operadores como ella como si fueran una casta inferior. Laura no toleraba aquella falta de educación. A veces, cuando bajaba a fumar coincidía con algún grupito de ellos y escuchaba sus conversaciones. Hablaban de dinero. De lo mucho que ganaban. De vacaciones caras. De salidas ostentosas por los locales y restaurantes de moda de Londres. Del precio desorbitado de sus atuendos y complementos. Eran seres grises y vacíos, que en su afán por tener, se habían olvidado de ser. Entonces Laura tenía que concentrarse en chupar hasta el último gramo de nicotina y así llegaba la pena. La compasión.


Fue precisamente espiando las conversaciones de aquellos corrillos cuando Laura escuchó, por vez primera, batallitas sobre Aaron Goldsmith. Las pequeñas hienas idolatraban al director de estrategia que tenía fama de ser implacable y sus hazañas se celebraban con estruendosas carcajadas. Laura contemplaba estupefacta aquel ritual de grupo y, en muchas ocasiones, hubiera jurado que pequeños colmillos afilados asomaban entre sus belfos.
Aaron era el macho alfa de aquella jauría pero ella jamás lo había visto. Conocía su nombre, aparecía destacado en el organigrama del banco que ella misma había diseñado pero alguien como él nunca bajaba a galeras a reclamar las piezas gráficas y presentaciones, para eso contaba con un ejército de lacayos. Aquel semidiós vivía en las alturas del banco y oteaba la ciudad, coto privado de caza en el que descuartizar a las presas incautas.


Solo había un momento en todo el año en el que la cúpula descendía y se mezclaba con el populacho: la fiesta de navidad de la empresa. Ocurrió entonces lo inevitable. Se cumplía su destino. Laura y Aaron, que vivieron largos años separados por el océano atlántico, por fin se encontraron. Comenzaba la cacería.


Laura odiaba las fiestas navideñas, aquellas celebraciones estúpidas en las que una vez al año, todos en el banco se reunían en algún lugar espectacular de Londres y fingían ser una alegre gran familia. Normalmente ella tenía la excusa de estar de vacaciones en España celebrando las fiestas con su familia, con la otra, con la sanguínea, con la de verdad. Era perfecto ya que todos la disculpaban y mostraban condescendencia por la idiosincrasia primitiva española que obligaba al clan a reunirse por Navidad; “la familia” le decían en español mirando al cielo. Este año, sin embargo, el comité de organización se había empeñado en alquilar el acuario de Londres y la única fecha disponible era tan temprana que se quedó sin una razón válida y tuvo que asistir so pena de suicidio profesional.
Tom, Trish y Parveen pasaron por su casa a recogerla en un taxi y fueron directos al acuario. Londres lucía radiante engalanada de lucecitas doradas. La abadía y el parlamento eran una visión mágica y muy cerca del acuario, el ojo del milenio se reflejaba en el Támesis y la visión de los bancos del río era sobrecogedora. Aquella ciudad gris y poblada de niebla era tan hermosa que Laura sentía un vértigo profundo cada vez que Londres se revelaba solemne, imperial, majestuosa.


Entraron en el acuario exquisitamente iluminado por las luces de los tanques de agua en los que nadaban sinuosas las criaturas marinas. Un ejército de camareros desfilaba con copas de champán y canapés y los invitados lucían sus mejores galas. Laura observó su sencillo vestido comprado en uno de los puestos de Spitalfield Market y el atuendo de sus amigos y se dio cuenta de que la casta de chacales llevaba ropa de firma, ropa cara rezumante. Los parias como ella iban vestidos de Zara, French Connection y solo Parveen, que era team leader, había hecho el esfuerzo de comprarse un modelito en Karen Miller. Los demás preferían gastarse el sueldo en viajes, salidas, libros, cine, teatro…, lo que se conocía como vida. Se movieron nerviosos por aquella marea de elegancia hasta que en una esquina, vieron a Jack y a Troy y corrieron presurosos a su encuentro. La música para su sorpresa era excelente, muy alejada de la tradicional pachanga navideña y de los grandes clásicos tipo Gaynor. El discurso pronunciado por uno de los jerifaltes fue insufrible pero breve así que a pesar de sus reticencias iniciales, Laura se estaba divirtiendo de lo lindo. Seguía el desfile de Veuve Clicquot y pronto estuvieron todos lo suficientemente borrachos para tomar la importante decisión de irse a donde pertenecían. El 333 les esperaba. Antes de marcharse, el exceso de burbujas obligó a Laura a buscar el baño y al entrar por el pasillo que conducía a los lavabos, vio como un hombre elegantemente vestido con smoking patinaba y caía dándose una formidable costalada. Laura se apresuró a socorrer al extraño que permanecía sentado en suelo y, al ver la cara de confusión del patinador, no pudo reprimir una enorme carcajada. El hombre la miró sorprendido y Laura descubrió dos ojos azules de lobo que brillaban como dos gemas y una sonrisa radiante que resplandecía en el rostro del extraño. Allí empezó su primera conversación que fue bruscamente interrumpida por una Trish tambaleante sobre sus imponentes stilettos.

-Por dios bendito, creo que voy a morirme. Laura, acompáñame al baño por favor, voy a echar la pota. ¡Rápido!
Laura cogió a Trish por el brazo y se despidió del desconocido.
-¡Espera! ¿Cómo te llamas?, dijo éste.
-Soy Laura.
-¿Laura qué?
- Laura. Laura Egido. ¡Adiós!


Después de aquel incidente la vida de Laura siguió su curso mansamente hasta que, poco después del día de Reyes, salía de su turno y se despedía de sus compañeros cuando el patinador apareció entre las sombras y la invitó a tomar una copa. Fueron a uno de los nuevos bares que rodeaban Smithfield Market y que estaban abiertos después del toque de queda de las once en punto y se bebieron dos botellas de Pouilly Fuissé. Así descubrió Laura que el desconocido era Aaron Goldsmith y aunque ella intentó huir de él, Aaron estaba educado para el triunfo y acabo llevándose la presa. Solo aquella vez en el suelo del acuario pudo Laura ver al halcón indefenso. Solo una. La rapaz hizó una cabriola y le atestó un golpe mortal que le partío el cuello.


Compraron una enorme casa victoriana en Islington con un jardín encantado lleno de lilas, camelias y sendas secretas bordeadas de rododendros y un interior forrado por Designers Guild. Eran ideales, ideales, ideales. Tanto que tuvieron un hijo precioso, su pequeño, Samuel. Ya eran una familia Harper’s. Pero lo ideal tiende a desmoronarse. Pronto, demasiado pronto llegaron las turbulencias, los desgarros, la destrucción. Laura tuvo que marcharse y dejar a su hijo atrás. Sabía que el halcón haría cualquier cosa para quedarse con Samuel y ella no podía pagarse a un ejército de abogados y de todas formas, no le quedaban fuerzas para luchar. Lo inesperado de la hecatombe, lo incomprensible, la dejaron sin poder de reacción. Aaron adoraba al niño y ella sabía que nunca le faltaría de nada además, si lo pensaba bien, si se atrevía a reconocerlo, el embarazo fue un mandato del ser supremo. Ella fue un recipiente, un simple títere manejado por hilos de seda.

Firmó varios papeles, renunció a sus derechos de madre y huyó a Madrid dejando su alma en Londres. Aquel día Laura murió pero la capital del ruido y del caos, de la noche y del dinamismo la resucitó. Madrid me revive, no me mata- piensa. Aaron le había dado algo de dinero con el que se pudo comprar un pequeño piso en el barrio de las maravillas y se puso a trabajar en un estudio de arte hasta que un día vio un curso de fotografía y decidió apuntarse. La fotografía siempre le había gustado y todos sus amigos decían que tenía un talento especial y sin embargo, nunca antes había encontrado tanta magia, tanto consuelo en el hecho de capturar la vida a través de una lente. Madrid le regaló una Leika que la sacó de aquel pozo negro en el que estaba sumida y poco a poco, empezó a montar exposiciones, primero en los bares de su zona, luego en pequeñas galerías. Poco a poco se hizo muy conocida. Conocida y reconocida.


Laura fue cojeando hasta la pequeña terraza y se sentó a contemplar la luna que se recortaba majestuosa entre la silueta de las torres del convento. Encendió un cigarro y decidió entrar a por su cámara. Había un ángulo en el que la luna parecía un globo que la antena del edificio de la Telefónica fuera a reventar. Adoraba aquel edificio. Ahora ganaba bastante dinero como para permitirse comprar un piso más grande y sin embargo, no había metros cuadrados que pudieran compensar vivir sin ver aquella fabulosa torreta iluminada de rojo. Allí debía morar Batman. Lo corroboraban los pequeños súbditos alados que revoloteaban todas las noches frente a su terraza, alimentándose de las polillas y los mosquitos que querían invadir su reino. Eran enviados del superhéroe que velaba sobre ella y la protegía. Terminó el carrete y fue al laboratorio. Quería revelar las fotos. En la penumbra rojo sangre distinguió tres fotos. Tres fotos que había dejado colgadas. Tres fotos como tres ahorcados. Eran fotos de un hombre que salía del museo de arte naïf de París. De la mano llevaba un niño de unos cinco años que sonreía. Las fotos las había tomado hacía tres meses. Aprovechando una exposición suya que montaba el Centre National de la Photographie decidió pasar una semana en casa de su amigo de infancia David Roquin. Y así fue como el destino eligió su ciudad favorita para confrontarla con los fantasma de su pasado.

Volvió a París, como hacía varias veces al año. París, ciudad de su niñez. Al padre de Laura le trasladaron allí cuando ella tenía tres años, y desde entonces, la ciudad de la luz siempre formó parte de ella. De aquellos años habían sobrevivido la fascinación absoluta por aquella ciudad que amaba sobre todas las demás, el gusto por los macarrons de regaliz de La Durée y la amistad incondicional de David. Aquella mañana de sábado se levantó temprano ya que había quedado con el crítico de arte de Libé para desayunar. Quedaron en un café cercano al museo de arte naïf ya que luego quería subir paseando a Montmartre para tomar fotos y contemplar París desde la explanada del Sagrado Corazón, una de sus vistas favoritas de la ciudad. Una vista que ella había descubierto sola. Recuerda aquella vista desconocida, aquella otra vista. París visto desde el ojo del halcón, París visto desde el Georges. Recuerda las rosas rojas, única decoración del restaurante. Una por mesa. Rosas de terciopelo y de tallo larguísimo que se levantan gráciles para exhibir su belleza. Ahora Laura se pregunta si no se alzaban en un grito de dolor, como la cabeza del caballo en el Guernika. Laura siente el puñal en el corazón; púrpura, como la sangre, como las rosas. El café con leche; el pain au chocolat y la conversación animada del crítico la alejan de los recuerdos. Pero, por mucho que uno corra, la vida es una jodida perra de humor ácido y punzante que siempre te espera agazapada a la vuelta de la esquina. Cuando terminó la entrevista emprendió su callejeo mientras que fusilaba la ciudad con su cámara y de pronto, los vio salir. Fogonazo de rosas púrpura. Laura se tambalea. Eran ellos. Aaron se había dejado el pelo largo y vestía de manera muy informal, casi de forma desaliñada. Nada quedaba de aquel hombre impecable que tenía una colección de trajes hechos a medida por los mejores sastres de Londres y camisas con sus iniciales bordadas a mano. Samuel reía y parloteaba con su padre. Era moreno de ojos oscuros y grandes, como ella. Ojos dulces y mansos de ternera.

Atrás queda aquel encuentro. Atrás queda Londres, París, su pasado. La vida, burlona, pone a cada uno en su sitio. Finalmente Aaron, de tanto soñar, había terminado en su buhardilla de Montmartre. Licencias poéticas del destino.

Laura contempla el cielo de Madrid y observa el vuelo de las aves. Piensa en su hijo y sonríe porque ahora sabe que no engendró un halcón. Engendró algo blanco y puro. Samuel, pequeña paloma.

Se vocé quer a vida em jogo eu quero é ser feliz

Llueve en Madrid, hace frío y yo estoy como una moto. ¿Serán los días de encierro? ¡Qué será!¡¡¡¡¡¡Solo los fuqueros lo sabéis!!!!!!!!!!
Así estoy http://www.youtube.com/watch?v=-OPVl6kiN8I a toda potencia desde enfrente del convento. Ding, dong. Sonnent les matines.

Desde Pez, haciendo lo que me invade http://www.youtube.com/watch?v=RLyFjmB6ElQ porque la vida eterna solo dura un rato.
Turururuuuuuuuuuuuururururu, tururururuuuuuuuuuuu

Va va boom

http://www.youtube.com/watch?v=38P1j-quVw4

Oooooooooooooooh yes.

Te diré algo más. Es francés and he's got the va va boom factor.

Le coeur tourne

Or aucun être nécessaire ne peut expliquer l'existance: la contingence n'est pas un faux-semplant, une apparence qu'on peut dissiper; c'est l'absolut, par conséquent la gratuité parfaite. Tout est gratuit, [...] Quand il arrive qu'on s'en rende compte, ça vous tourne le coeur et tout se met à flotter, comme l'autre soir, au Rendez-vous des Cheminots: voilà la Nausée...

Y aquí tienes la primera pista si quieres averiguar a quién pertenece mi corazón, le dijo.

Le revenant? J'espère...

Comme des anges à l'œil fauve,
Je reviendrai dans ton alcôve
Et vers toi glisserai sans bruit
Avec les ombres de la nuit,
Et je te donnerai, ma brune,
Des baisers froids comme la lune
Et des caresses de serpent
Autour d'une fosse rampant.
Quand viendra le matin livide,
Tu trouveras ma place vide,
Où jusqu'au soir il fera froid.
Comme d'autres par la tendresse,
Sur ta vie et sur ta jeunesse,
Moi, je veux régner par l'effroi.

Je t'adore à l'égal

Je t'adore à l'égal de la voûte nocturne,
O vase de tristesse, ô grande taciturne,
Et t'aime d'autant plus, belle, que tu me fuis,
Et que tu me parais, ornement de mes nuits,
Plus ironiquement accumuler les lieues
Qui séparent mes bras des immensités bleues.
Je m'avance à l'attaque, et je grimpe aux assauts,
Comme après un cadavre un chœur de vermisseaux,
Et je chéris, ô bête implacable et cruelle !
Jusqu'à cette froideur par où tu m'es plus belle !
Car j'ai, pour fasciner ces dociles amants,
De purs miroirs qui font toutes choses plus belles:
Mes yeux, mes larges yeux aux clartés éternelles !