miércoles, 12 de diciembre de 2007

Reencuentro

Cuando Aurelia se enteró de la muerte de su marido en un accidente aéreo decidió dejar de vivir. Al principio, todos pensaron que su mutismo era efecto de la pena y que la falta de apetito remitiría poco a poco. Pero no fue así. Aurelia se dejaba alimentar, bañar y sacar de paseo, con la docilidad de un bebé o un cachorrito. Nunca gritó su rabia, lloró su pérdida o maldijo su suerte, pero quizás por eso, sus ojos siempre estaban aguados de tristeza. Sólo el día que Aurelia murió en mis brazos, siete años justos después del accidente sufrido por Joan, la volví a ver sonreir mientras musitaba su nombre.

2 comentarios:

pablini dijo...

polvo seré, más polvo enamorado.

Como dijo Quevedo.

pablini dijo...

Se me coló la tilde en el más, quise escribir:

polvo seré, mas polvo enamorado.
Es que Quevedo no está muy familiarizado con el MacIntosh.