martes, 15 de julio de 2008

La cita

Aunque ahora lo llamen Hospital Psiquiátrico, es el mismo manicomio en el que ingresé hace cinco años. Traspaso el umbral de la puerta principal y tengo que hacer visera con la mano para no deslumbrarme con el sol de junio. No me he despedido de nadie, ni siquiera de la monja a la que he hecho sentirse mujer durante los últimos meses.

Un perro me olfatea los pantalones y recibe una patada a cambio. Se va con el rabo entre las piernas, he visto ese mismo gesto en muchas personas. Son esa clase de personas que no entendían que prefiriese quince años de cárcel a cinco de internamiento. Vivir entre hombres siempre es mejor que entre tarados y médicos. Pero el juez me mandó al loquero.

Las pastillas y los electroshocks no han hecho que pierda mi cortesía. Inclino mi cabeza ante una mujer, a la que pregunto el camino de la estación. Allí cogeré un tren hacia la ciudad. Tengo una cita con un juez.

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