martes, 19 de enero de 2010

Milagro matinal

El fru-fru de los abrigos del resto de pasajeros y el murmullo apagado de sus conversaciones, junto al soporífero calor que se nota en los vagones hacen que me resulte casi imposible mantener los ojos abiertos. Duermo sin remordimientos ni pesadillas, y viajo en esos treinta minutos a otros mundos y otras vidas, donde no hay límites que valgan, donde todo está impregnado de magia, donde lo real y lo soñado son solo uno.

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