lunes, 8 de septiembre de 2008

La lección

Eusebio se sumerge en el barreño, y ahí se asea y afeita con una navaja mil veces afilada. Mientras se seca, echa de menos su habitual olor a pajar. Se muda y viste con la ropa de los domingos, aunque es viernes. La mademe le recibe con una sonrisa veraniega, una mano apoyada en el quicio de la puerta y la otra en la cadera. Niñas, al salón; ordena, y al instante se oyen risitas y pasos apresurados. Es casi el mismo sonido que hacen las alumnas de los colegios de monjas saliendo de las aulas. Niñas, en silencio, no quiero que nadie nos moleste. Suena la voz de la profesora, que ahora es madame. Solos en el cuarto, lo mujer vuelve a convertirse en la joven apasionada que fue. En un suspiro, abre el cajón de la cómoda y extrae un pizarrín y una tiza. Comienza la lección.

1 comentario:

Lady Sullivan dijo...

Echaba de menos a Eusebio, maestro.