martes, 9 de septiembre de 2008

Thunder storm

El móvil de ágatas palpita mecido por el viento y el entrechocar de las piedras resuena como un concierto de alegres campanillas. No llueve en Madrid y, sin embargo, una humedad desconocida lo invade todo esponjándonos la piel. Estupefacta, reclinada en el sofá, observo el espectáculo que esta noche nos ofrece el cielo. Miles de rayos bañan el cielo a un intervalo aproximado de dos segundos. Se diría que un gigante nos dispara con un enorme flash. Tras más de veinte minutos de incesantes fogonazos rompen a llorar las nubes de panza de burra. Entra por el balcón entreabierto el aroma de la tierra mojada. Pienso que es algo atávico. No hay ni siquiera un pedacito de hierba a un kilómetro a la redonda. En el barrio de las maravillas el asfalto lo cubre todo. Quizá sea el olor que emana la tierra abonada de las macetas y es que la naturaleza está en todas partes, aunque nos esforcemos en aniquilarla.
Cae el agua y, en su lento deslizar, lo limpia todo: las calles, los coches, las almas. El agua, que da la vida.

1 comentario:

Anita Baker dijo...

¡La que cayó ayer también aquí!
Me gusta, Sully. Buena descripción