viernes, 31 de agosto de 2007

El reino de los bichos bola

Un ligerísimo ruido la saca de su ensimismamiento. Aparta la mirada de la pantalla del ordenador y en seguida ve que un bicho bola corre por la página del cuaderno de notas que tiene al lado. Era la primera vez que le llovía uno. ¿De dónde se habrá caído? ¿Vivirá en la viga? Desde que se había mudado a aquella casa se había percatado que se había adentrado en el reino de los bichos bola. No había arañas, ni cucarachas; bichos domésticos por excelencia. En su lugar, simpáticos seres grises con armadura articulada se paseaban con tranquilidad por toda la casa. Aquella convivencia le gustaba porque le traían recuerdos de infancia. Se acordaba de cuando los veían a la entrada del caserío de la abuela. Patricia, Juan y ella los observaban fascinados y jugaban a tocarlos levemente para que se replegasen formando diminutas bolas de azabache. Los de su niñez eran de un gris oscuro y reluciente mientras que sus actuales compañeros de piso eran de un gris deslavado. ¿Será la vida ajetreada de la ciudad, falta de vitaminas? Seguramente ella también ha perdido lustre. Coge un folleto y se dispone a capturar al animalillo. Éste corre por la mesa y … se tira al vacío. Mónica se queda perpleja. Cuando los capturaba siempre los defenestraba sintiéndose mal y rezando para que los bichillos resistieran el impacto. El bicho bola corre por el suelo. Sigue la cacería. La ve venir y se queda muy quieto con la esperanza de que así ella no lo vea. Mónica sonríe y se incorpora. Decide dejar tranquilo al paracaidista intrépido. Te has librado por los pelos. Lleguemos a una entente cordial: tú te quedas conmigo pero me tienes que prometer que no vas a saltar sobre mi cuando esté durmiendo. El bicho mueve sus antenitas y sigue con su paseo.

2 comentarios:

Mari Pickford dijo...

Sullivan, ¿tienes bichos bola en tu/mi casa? ¿Serán de las humedades malditas o como tú escribes de las vigas vistas de madera? Ay, me da estrés pensarlo... Hija, peor eran las cucarachas que tuve yo en el piso de Alcalá 80, pero aun así... ¿quieres hacer algo al respecto?

Lady Sullivan dijo...

Qué va! Además tampoco son las plagas de Egipto. De vez en cuando me visita alguno pero me dan mucha ternura y nos llevamos bien aunque normalmente los tiro por el balcón porque como les dije a la salamandra y al murciélago: esta casa es muy pequeña para la convivencia. Ambos lo entendieron porque no han vuelto. A la salamandra la puse en el balcón y no la he vuelto a ver. Se habrá ido a vivir al terrazón del ático. Seguro que con las humedades que tiene Andrés en casa está encantada. :o) Al murciélago lo veo revolotear con sus congéneres pero ya se ha dado cuenta de que en casa no hay insectos voladores y no ha vuelto a entrar haciendo piruetas. Es mi ángel guardian. Me libra de las polillas. En esta casa nunca me ha entrado ninguna y rezo porque así sea. De día patrullan los vencejos y de noche mi batman particular looks after me. Por cierto, me he quedado sin centinelas diurnos. Se han vuelto a su residencia de invierno y ya no escucho sus chillidos agudos ni les veo cruzar el cielo frenéticos sobre el convento. Me da mucha pena. Tendré que esperar a la primavera...