martes, 7 de agosto de 2007

Un martes cualquiera

Alfonso ni siquiera se molesta en no hacer ruido para evitar despertar a su mujer al entrar en la habitación que aún comparten. Sabe que ella no le reprochará que llegue de madrugada a casa un martes cualquiera. Los años de los gritos, las escenas de celos y las acusaciones de infidelidad quedaron hace tiempo atrás, y ahora Marta y Alfonso fingen una normalidad que engaña a todos menos a ellos mismos. Media hora después Alfonso ronca desprecupado, aprovechando las tres horas de sueño que el despertador aún le concederá. Marta abre los ojos y se incorpora. Se ha cansado de las visitas casi diarias de su marido a esa amante de la que en estos tres años no ha querido saber. Se ha cansado de fingir y de sentirse invisible y una idiota. Sale al salón, donde, sin hacer ruido, cambia su camisón por unos pantalones de pana y un jersey de cuello alto. Vuelve a mirar el billete de avión y la maleta junto a la pared. Dentro de tres horas sale con destino a Nueva York. Alfonso cree que se va de vacaciones con unas amigas. De compras. Marta sabe que no volverá. Está segura de que los 800.000 euros que Alfonso desfalcó a la empresa y que ahora están en una cuenta a su nombre le servirán para coger otro vuelo a cualquier otro sitio donde empezar de nuevo. Alfonso, por supuesto, no se despierta cuando la puerta de casa se cierra y su vida, aunque él aún no lo sepa, comienza a desmoronarse un martes cualquiera.

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