jueves, 20 de diciembre de 2007

Una escena de película

- ¡Todos quietos! ¿Quién manda aquí?

Siempre le habían dicho que no parecía un policía. Sus buenos modales, sus gestos comedidos, sus movimientos suaves le hacían estar más cerca de un bailarín del cuerpo de baile del Bolshoi que de un detective de Detroit, la jodida ciudad del motor como la llamaba su compañero.

Por eso, cuando tenía que irrumpir bruscamente en algún lugar donde se estaba cometiendo un delito, tenía que transformarse, disfrazarse de hombre duro como decía él, y cambiar su voz cálida y envolvente por algo parecido a un ruido hosco, seco y duro.

Se distrajo sólo un segundo y no se dio cuenta de que aquella luz en la pared no era el reflejo de la taciturna bombilla que colgaba del techo. Márquez, a quien durante tanto tiempo había perseguido, tuvo el tiempo justo de sacar su Beretta 98FS Deluxe, la de coleccionista, esa dorada de la que todo el mundo se reía, y disparar.

No pensó en nada, descargó el cargador sobre un Stone ya muerto y supo que en ese momento él era quien mandaba.

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