viernes, 1 de febrero de 2008

La rabia

Con horror miraba la pantalla del ordenador desde el que había enviado el mensaje que le iba a costar su puesto de trabajo. Otra vez se había dejado llevar por la rabia, esa misma rabia que le hizo propinar en dos ocasiones dos sonoras bofetadas a María, su ahora ex-mujer. También había sido la rabia la que le cegó hasta el punto de negar ayuda a su hijo Alfonso, cuando éste se la suplicó. Sus monumentales enfados no remitían, no importaba cuántos libros de autoayuda leyera. Ya se lo había dicho ella cuando le dejo: Armando, nunca vas a cambiar, nunca. Lo había tenido todo y lo había echado a perder. Era un imbécil, un pobre hombre, un perdedor. Se dejó ganar por el sentimiento conocido, que le ahogaba en el pecho y consumía de nuevo. Sí, un perdedor y un imbécil... Abrió la ventana y contempló el suelo hacia el que la rabia le empujaba.

1 comentario:

pablini dijo...

¿Cómo eliminar la rabia y la ira de nuestras vidas?
Todos sabemos que el vaso de la ira hace más daño a la persona que lo posee que a la persona sobre la que se derrama. Y, sin embargo, qué difícil se nos hace no sentir, en ocasiones, ira y rabia.