jueves, 31 de enero de 2008

La trinchera

En la angosta trinchera, con los pies hundidos en el barro, mortificado por la fiebre, siento que no aguanto más. Quiero salir, ser avistado por el enemigo y recibir el disparo que acabe con mi sufrimiento. Me decido. Trepo por la tierra húmeda y echo a correr. No escucho ningún disparo. El tiro que te mate no lo oirás, dice la vieja máxima militar. Quizá esté muerto ya. No, sigo corriendo. Salgo del campo de batalla. Avanzo, incansable. Llego a mi calle. A mi casa. Llamo a la puerta. Me reciben mi esposa y mi hija. Me abrazo a ellas, para siempre.

3 comentarios:

Men dijo...

La vida es un duro campo de batalla. Todos los días tenemos que luchar, por eso es una suerte que alguien nos abrace y nos recuerde cada día que nos quiere.

pablini dijo...

Bien visto, Men. La trinchera puede ser muchas cosas: el trabajo, un problema que nos preocupa, los complejos...

Anita Baker dijo...

!Siempre te recibiremos con los brazos abiertos¡
Es una suerte tener a alguien que te abrace. Yo también tengo esa suerte ;-)