jueves, 10 de enero de 2008

Las lágrimas

Ya los hombres habían cavado la cárcava en la que Eusebio descansaría para siempre. Deberíamos haber hecho la fosa junto a un cerezo, pues bajo un cerezo nació. Digo yo que habrá que enterrarle en el camposanto, como a todos los difuntos. Eusebio no era como los demás; era bueno. Qué curioso, siempre le recuerdo siendo viejo. Pues no siempre lo fue, y yo puedo dar fe de ello. Ninguno se había percatado de la presencia de la vieja Emilia. Antes de que la mirasen, tuvo la prudencia de secarse las lágrimas.

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