viernes, 18 de enero de 2008

El milagro del sargento Evatt

El sargento Evatt pasaba los días atado a una cama del Hospital para Veteranos del Ejercito de los Estados Unidos en Beaumont. Julia nunca había preguntado al doctor Williams qué mal exacto aquejaba al sargento, porque sabía que en esa sala sólo estaban los enfermos que nunca se recuperarían. Y eso ya era saber demasiado. Julia lavaba, alimentaba y cuidaba a Evatt todas las tardes de lunes a viernes con una minuciosidad y cariño que no dedicaba a ningún otro enfermo del pabellón. Algunas tardes, después de haber acicalado al sargento y haber notado que -como siempre- a éste le gustaba sentir el tacto de sus manos sobre él, Julia se aupaba sobre Evatt en la estrecha cama del hospital, con cuidado de no sacar al soldado González del sopor en que caía al morir la tarde, y le cabalgaba en un estado de semiinconsciencia, mientras pedía a Dios que le concediese su mayor deseo. Seis meses después de la muerte del sargento Evatt, nació el hijo de Julia por cesárea. Se llamó Stephen en honor a un padre que nunca conoció.

4 comentarios:

pablini dijo...

Proclamo solemnemente que este cuento de Pickford es muy bueno y consolida a su autora como referente literario de este blog.

Men dijo...

¡¡Pareces Paul Auster, nena!! Me ha encantado

Mari Pickford dijo...

Hala, qué exageradosssss :-)

Anita Baker dijo...

A mí también me ha encantado. Literatura pura