jueves, 22 de noviembre de 2007

Descenso a los infiernos

No, así es el infierno, me dijo el diablo sonriendo con lujuria. No podía creer que hubiera acabado precisamente allí. Yo, la princesita, siempre recatada y tan tímida. Pero al diablo eso le daba igual, y -qué demonios- yo ya estaba en el infierno. Así que cuando Belcebú me cogió con fuerza y me besó como si quisiera robarme el alma, me dejé llevar por el deseo y le devolví el beso con furia, mordiéndole los labios. Hoy, treinta años después, puedo decir, poniendo al demonio por testigo, que aquella fue la mejor fiesta de carnaval de la historia.

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