martes, 20 de noviembre de 2007
Uno y uno
Existen hogares que no son tales, pues en ellos no habitan niños. En uno de esos vivían Mario y Esther, creyendo ser una pareja. Y no lo eran; uno y uno no siempre hacen pareja. Quería Marcos ser dueño de su tiempo; y Esther, de su carrera. Así que Marcos poseía tiempo y Esther medraba profesionalmente. Llegó el viernes y, a medianoche, brindaron con champagne. En el piso superior, unos niños correteaban por el pasillo y sus pisadas se convirtieron un golpes de aldaba en la conciencia de ambos. Ya están esos niños molestando, dijeron. El champagne se había vuelto inesperadamente amargo.
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