jueves, 22 de noviembre de 2007

El coaching, una visión personal. Por Sandra Lastra

Existen innumerables definiciones del concepto de coaching, tantas como profesionales hay en el mercado por lo que resulta muy complicado aglutinarlas todas o decantarse por alguna en particular. En esta reflexión me limitaré a ofrecer una visión puramente personal de lo que para mí significa el coaching aunque a modo de reseña sí quiero apuntar tres definiciones básicas de grandes profesionales del sector. Para John Withmore, figura pionera en la disciplina, el coaching consiste en liberar el potencial de una persona para incrementar al máximo su desempeño. Consiste en ayudarle a aprender en lugar de enseñarle. Talane Miedane por su parte lo define como un proceso de entrenamiento personalizado y confidencial que cubre el vacío existente entre lo que una persona es en el momento presente y lo que desea ser. Por último mencionar a José Luis Menéndez y a Christian Worth que lo entienden como una serie de técnicas y procesos que ayudan al coachee a realizar mejor todo aquello que ya sabe hacer potenciando todas las habilidades y capacidades y, al mismo tiempo, posibilita el aprendizaje de conceptos necesarios para llegar hasta donde el coachee desea. Las tres definiciones resaltan aspectos que considero interesantes y que comulgan con mi visión.

Personalmente veo el coaching como un proceso que permite a una persona emprender un camino hacia una transformación profunda en algún área de su vida que quiera mejorar. Muchas veces en el proceso descubriremos que la meta primigénea no es la verdadera sino que a medida que hemos ido caminando las sendas elegidas nos llevan a otro destino. Nótese que el éxito, el alcanzar la meta, llega siempre como consecuencia de la acción de caminar. La acción es básica. Sin acción no hay éxito. Otro tema fundamental para calificar un proceso de coaching es la voluntad, el esfuerzo que el coachee ha de emplear en el proceso. Sin esta voluntad, sin este deseo de actuar, no puede haber un trabajo de coaching. El coachee es el único que tiene las herramientas para conseguir lo que quiere.
En esta andadura del coaching el coachee dispondrá de un acompañante socrático, el coach, que le seguirá por cualquier senda que decida tomar. El coach no puede en ningún caso proponer el trazado del recorrido. Se limitará, mediante preguntas, a apoyar al coachee para que tome una opción válida sabiendo que no hay una sola vía para llegar, que muchas pueden ser las sendas y que hay que ser creativos para descubrir caminos secretos y escondidos. La opción válida es cualquiera que el coachee considere como tal no la que el coach determine.

Otro aspecto importante a tener en cuenta a la hora de afrontar un proceso de coaching es que, como en cualquier viaje, debe existir una química entre coach y coachee. Es responsabilidad del coach ganarse la confianza del coachee desde la primera sesión. Para ello el primer paso es insistir en la confidencialidad de lo trabajado en las sesiones. Bajo ningún concepto podrá el coach comentar nada de lo hablado con el coachee salvo que éste último le autorice expresamente a ello. A la confianza también se llega a través de la escucha. La escucha activa es esencial. El coach ha de estar pendiente tanto del lenguaje verbal como del no verbal para obtener la máxima información acerca del coachee. Gracias a esta información podrá ir lanzando preguntas al aire para que el coachee las recoja y las utilice en su transformación. El coach ha de limitarse a escuchar y preguntar y como mucho, aportar sugerencias. Elegir el camino es siempre una tarea del coachee. El coach va siempre al lado, acompañando.

El coaching es, en mi opinión (insisto en este matiz de especial relevancia ya que, como dice Francisco Yuste, nada de lo que digo es la verdad), una filosofía de vida que mueve a las personas a transformar sus hábitos. Dicha transformación conllevarán paulatinamente una más profunda: la de las creencias y valores. Para lograr el cambio es imprescindible que el coach trabaje apoyándose en las fortalezas y en los deseos del coachee. Y ya por último, quisiera concluir con lo que para mí es el el fundamento esencial del coachingque practico: el amor incondicional a las personas. Ojala que sea capaz de salvar muchas estrellas de mar y ojala que me encuentre con muchos de mis compañeros en esa fascinante tarea. Amigos, os espero en la playa.

1 comentario:

Mari Pickford dijo...

Sullivan, yo quiero ser tu estrella de mar estas Navidades en casa...