¡Lo estamos perdiendo! Su luz se había apagado definitivamente. Tras varios intentos por reanimarlo, todos los esfuerzos por recuperarlo resultaron vanos. Su frugal vida había sido demasiado breve. Y sentía que aún era pronto para dejarla.
Con su marcha, Ana tendría que renunciar a muchos contactos. Ya no podía recordar todos sus mensajes, aunque la verdad era que algunos de ellos no tenían demasiado interés.
Ana se irguió y decidió no darle más importancia al asunto. Al fin y al cabo, sólo se trataba de su teléfono móvil.
Nota: el otro día se me mojó el móvil y creía que se me había roto, porque no logré encenderlo. Una noche con calor le “salvó la vida”.
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