jueves, 20 de septiembre de 2007

Libre

Si el amor libre es amor, que baje dios y lo vea. El cura enfatiza sus palabras desde el púlpito.
El domingo siguiente, arremete de nuevo contra el amor libre. Al fondo de la iglesia, una figura se alza y proclama con una serenidad impropia de alguien que interrumpe una misa: el amor sólo es amor cuando es libre.
Ahíto de ira, el párroco se precipita por las escaleras de su estrado, toma del brazo al insolente y lo expulsa del templo por hereje, según dice en voz alta, y por cabrón, según dice en voz baja.
El hombre se encoge de hombros, mete las manos en los bolsillos, enfila un sendero y comienza a silbar una improvisada melodía mientras da pataditas a las piedras del camino.
El párroco regresa a su atalaya dispuesto a retomar su arenga. Y cuando va a gritar que la próxima persona que se atreva a interrumpirlo sufrirá un castigo del cielo, su boca su abre lentamente y pronuncia con suavidad estas palabras: Lamento haber sido un poco brusco con el desconocido; le pido perdón, y a todos ustedes también.
Nunca le habían visto tan azorado. Decide entonces que debe seguir con su sermón condenatorio del amor libre. Ya se dispone a cerrar los puños con gesto amenazador, cuando sus manos, abiertas, se alzan y su voz resuena armoniosamente: Amaos lo unos a los otros.
No puede creer lo que le está pasando. El sudor se hace patente en su rostro. Pero lo que más le intriga es una extraña sensación en la mano derecha, con la que había agarrado al intruso. Le arde sin dolor

2 comentarios:

Lady Sullivan dijo...

Es un cuento hermoso y utilizas ahíto!!! Qué grande eres, primo. A ver si el cerebro se me desarrolla un día de estos y escribo algo con todas las palabras que me entusiasman. Deberíamos hacer una lista.

pablini dijo...

bien visto lo de 'ahíto', lady sullivan. Tengo que escribir un cuento en el que poder incluir la palabra 'pitanza', que me hace mucha gracia.