lunes, 23 de julio de 2007

Caramelo

Suena su voz dulce y de terciopelo y todo queda recubierto de una pátina de ámbar azucarado. Se mecen los cuerpos suavemente atrapados en el espesor de miel y surge el géiser de emoción, emoción propia que se nutre de emociones ajenas. Le nace de las entrañas y le recorre el cuerpo en chorros de energía, le atenaza la garganta y quisiera llorar pero no lo hace. ¿Es tristeza? Tristeza de no sentirse abrazada y mecida. No. Es emoción, eso que muchos no comprenden y que a ella le embarga demasiado a menudo. Vive agazapada, bestia dormida que sin previo aviso, y en las situaciones más inesperadas, estalla en gotas saladas. Cierra los ojos para recordar la increíble bahía y recuerda que le pidió algo al jorobado. Imploraba algo que no se ha cumplido. Se asombra de que sea imposible conseguir aquello que se anhela tanto. Adriana, carioca. El grito la saca de su ensimismamiento. Vuelve en sí para contemplar a aquella mujer hermosa vestida de negro que tanto le recuerda a alguien querido que espero a su mes preferido para irse y la bestia ruge dentro. Nostalgias. No se puede ser más feliz, piensa. Su vida, plagada de instantes perfectos y tan intensos…

1 comentario:

Anita Baker dijo...

¡Has vuelto con fuerza! Así me gusta