miércoles, 4 de julio de 2007

El ombligo del mundo

Marina mira absorta la pantalla de su PC y a punto está de dejar escapar una lágrima. El power point que acaba de leer le ha hecho pensar en su abuela. En un acto reflejo dirige su mano derecha a su muñeca izquierda y acaricia el reloj de oro antiguo que ella le dejó en herencia. El documento habla de un brasileño que se fue a Suecia a trabajar en la Volvo y que comenta cómo un compañero que le llevaba en coche al trabajo siempre aparcaba en el lugar más alejado de la fábrica a pesar de que siempre llegaban los primeros y siempre estaban todos las plazas libres. Un día le pregunta por qué hace esto a lo que él responde que ellos tienen tiempo para caminar, que los estacionamientos cercanos a la puerta se dejan para aquellos que llegan más tarde. Su abuela no era ni sueca ni ingeniera pero Marina recuerda los viajes en el 4 de camino al colegio y a su abuela diciéndole: Marina, no te sientes ahí, vete para atrás. Pero abuela, si está el autobús vacío. Marina, hay que pensar en que puede subir gente mayor que no esté ágil o gente cargada. Marina, tú no eres el ombligo del mundo. Acostúmbrate a pensar en los demás.

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