viernes, 6 de julio de 2007

Volver

Hacía más de diez años que no iba a su casa. Su hermano Luis le había visitado un par de veces con su mujer y sus dos hijos y sus hermanas habían ido con tanta frecuencia que no había tenido tiempo de echarlas de menos. Ve su maleta aparecer por la cinta de equipajes y la recupera de un movimiento ágil. La nueva terminal de Barajas le resulta alucinante. Todo ha cambiado tanto... Empieza a transpirar nervioso. Sabe que Carmen e Isabel estarán esperándole a la salida, lo que no sabe es si sus padres estarán allí también. Él es ya un hombre y ahora siente de nuevo que tiene cuatro años. Diez años le han hecho falta para regresar, para descubrirles a sus padres quién es en realidad. Ya no es ingeniero, y ya no lleva gafitas ni es aquel chico redondo que marchó a Nueva York a probar fortuna. Se ha operado de la vista, se ha taladrado la piel con espectaculares piercings y tatuajes orientales decoran su fornido cuerpo. Antonio es uno de los artistas más reputados del Soho y comparte su vida con un decorador de interiores, un galgo afgano y dos gatos persas. Ha cambiado tanto... Nadie de su pasado podría reconocerle ahora. Sólo sus hermanos han visto la metamorfosis y saben que es de su vida. Se abren las muertas de cristal y justo en frente, están ellos, mirando con atención extrema quién sale. Su madre se lleva una mano a la boca y su padre le mira entre atónito y furioso. Y de la marea humana que espera salen galopando dos niñas de pelo largo y rizado que corren a abrazarle. Son sus hermanas Carmen e Isabel. Antonio se mira y ve que ha vuelto a ser Tito, un niño tímido y con bombachos. Suspira aliviado y besa a esas dos estupendas mujeres que le abrazan con tanta fuerza. Avanza con determinación hacia sus padres. Papá, mamá, no me miréis así. Soy yo, soy Tito.

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