jueves, 19 de julio de 2007

La sonrisa del pirata

Alárgame una manzana de ese barril, tengo el gaznate reseco. El pirata hunde su brazo velludo y a punto está de tocar al pequeño John cuando se oye el vozarrón del anciano Creek. ¿No sería mejor que remojases tu garganta con el ron que hemos robado? Todos aplauden la idea y se lanzan a la bodega del barco. El muchacho, acurrucado y tembloroso entre las manzanas, piensa en su mala suerte. Cómo podía imaginarse que se trataba de un barco pirata cuando se coló de polizón. Él sólo quería cruzar el océano para encontrase con su madre.
El viaje es largo, muy largo. Ahora John trepa como un mono por los mástiles, limpia la cubierta, ayuda al cocinero y, por las noches, el viejo Creek le permite manejar el timón. Qué emoción girar esa rueda y decirle al mar que es él quien guía el barco.
‘The Imperial’ toca tierra en la costa brasileña. Los hombres se despiden, algunos con lágrimas, del muchacho. Tras dos días de aprovisionamiento, embarcan de nuevo sin rumbo establecido.
Alárgame una manzana de ese barril, tengo el gaznate reseco. No hay ánimo para trasegar ron. El marinero hunde su brazo y suelta una maldición. Tira con fuerza descomunal y, colgado del pelo, aparece con sonrisa de pirata el pequeño John.

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