viernes, 18 de abril de 2008

El olor

Apenas ha cruzado el umbral de la sacristía, el mosén se percata de que algo muy extraño ha sucedido. Aparentemente, todo está en orden, los armarios cerrados, las casullas en orden, los registros parroquiales en sus estanterías. Pero en el ambiente se presiente algo inefable. Es el olor.

El cura ruega a Dios que la pesadilla no se repita. Pero la súplica se pierde en algún lugar entre la tierra y el cielo. Las manos comienzan a quemar, los ojos se hinchan dentro de las cuencas, la lengua se seca y el aire no llega a sus pulmones.

Cuando los hombres lo encuentran en el suelo con la cabeza hinchada y enrojecida, a duras penas resollando, todos tienen la misma certeza. El diablo ha regresado al pueblo. La sacristía huele a azufre

1 comentario:

Mari Pickford dijo...

Genial. El diablo es un personaje literario magnífico :-)