jueves, 28 de junio de 2007
Fragor de estío
Volaban a su paso nubes de mariquitas, saltamontes, san migueles, polillas y otros insectos que huían despavoridos ante tan temible carga . Las flores y la hierba, ya muy alta, azotaban sus piernas desnudas pero ellos seguían corriendo, ajenos a los latigazos, emitiendo temibles alaridos de guerra. Aullaban mientras galopaban porque era el primer sábado de verano y San Juan, con sus hogueras y cenizas, les traía promesas de libertad. Atrás quedaban el cole y las obligaciones, la ciudad y las plazas de asfalto gris. Volvían los días de bicicleta, meriendas, excursiones a Pico La Cruz, baños tardíos en la playa, chapoteos en el río... Así era el verano en el pueblo. Los árboles estaban colmados de fruta que robar y los campos de maiz eran magníficos laberintos donde jugar al pilla-pilla.
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