De Pablini.
Tras una noche de sueños inquietantes, Eusebio se despertó con una sensación extraña en su boca. Entró en el baño y se miró en el espejo, que reflejó un rostro con el que le costó identificarse. Seguía ese regusto desconocido en la garganta. Abrió la boca. Su lengua había desaparecido. Horrorizado, corrió a decírselo a su mujer. Pero no pudo hacerlo.
jueves, 21 de junio de 2007
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