viernes, 22 de junio de 2007

Marcos y Eusebio

Cuentito levemente autobiográfico para todos ustedes. Ahí va




Esa masa tiene mucha agua y poco cemento. No tienes que darle así, tienes que hacer arriba y abajo. Vaya, parece que hoy todo el mundo tiene ganas de opinar, pensó para sí Marcos. Le dolían las manos de remover con la azada y el sol de junio se le clavaba en la nuca. Con ese cemento no levantaba yo mi casa, se río uno. Pasó por allí Eusebio, el hombre del que se decía que su madre lo había parido bajo un cerezo. Eusebio era un anciano fuerte, con una gran mata de pelo blanquísimo bajo su boina. Qué andas haciendo. Me parece a mí que cemento, dijo Marcos muy enfadado. Anda, trae aquí esa azada. Y su voz sonó como si al mismo tiempo se lo rogara y ordenara. Marcos sintió que sus manos tocaban las del viejo. Eran grandes, quemadas por el sol, arrugadas y cálidas. Eusebio le preguntó a ver quién le mandaba hacer eso. Mi padre, quién va a ser. Y el viejo mandó a Marquitos a jugar con el resto de los niños del pueblo mientras comenzaba a remover la masa.

1 comentario:

Lady Sullivan dijo...

Qué nivelazo! Bravo!