jueves, 4 de octubre de 2007

El cumpleaños de Charo

Hablaba con Camilla a través de Skype. Estaba teniendo una buena conversación, de esas a corazón abierto que tenía siempre con esa romana viajera, fichaje reciente que en poco tiempo se había ganado una enorme muesca en el contador de sus afectos. Iban a despedirse cuando la alarma del móvil se puso a sonar frenética.
-Dame un segundo, Cami, que no sé qué coño será.
Vuelve a sentarse delante del ordenador. Casi no puede hablar, el grifo se ha vuelto a romper y las lágrimas suben.

Hoy es el cumpleaños de Charo. Mi tía "charitomuchamarcha", presidenta de los charolastras, jabata, vital, apasionada, atormentada Charo. Charo se fue este año, esperó a que llegara abril, su mes favorito, y después de tantos años, mi tiabestia se rindió al cáncer que se la llevó dejándonos a muchos muy huérfanos de su presencia.
En estos momentos quisiera creer en dios y en otras vidas, pensar que estás flotando cerca de nosotros o, viajera incansable como eras, que has vuelto al Polo Norte a contemplar las auroras boreales.
Sé que no estás y sé también que perduraras para siempre en el recuerdo de todos los que tanto te queríamos. También estás en todos los rincones de Madrid, ese Madrid que ya últimamente tanto te cansaba.
Solo he ido una vez a la Austriaca desde que te fuistes, la tarta de 4 chocolates de San Onofre nunca supo tan triste, la terraza del Rincón es un santuario en el que recordar tu última salida. Como no, fuerza bruta, salvaje, te arrastraste a comer al Janatomo con Pati y conmigo y ya agotada, no quisiste volver a casa. Nos sentamos fuera. Te veo envuelta en tu elegante abrigo marrón. Flaquita, con la cabeza bien alzada disfrutando de los primeros rayos de sol que anunciaban la primavera. Cada vez que estoy allí no puedo evitar mirar la terraza y el rincón en el que estabas sentada.
Paso por el Pardo y veo las encinas y pienso en nuestros paseos, en cómo te gustaba ir cerca del río, en cómo, bestía burra, en los últimos tiempos, te tenías que tirar agotada al suelo. Te recuerdo en la cocina, ensayando mil potajes, entre marmitas, como una bruja creando pociones. Te recuerdo bebiendo Bitter Kas en la recta final, como último antojo, tú que nunca antes lo habías bebido, y recuerdo a Carlos cortando limón para aderezar las ostras. Excéntrica. Cómo nos reíamos, ¿te acuerdas?. Te recuerdo la última noche, abatida en la cama, despidiéndote de todos nosotros. Sonaba el claro de luna y tú te ibas, rodeada de tus hijas y de Carlos. Pili y yo, llorando en la habitación de al lado. Te recuerdo inconsciente. Recuerdo haberte cojido la mano y recuerdo haberme derrumbado por fin. Recuerdo llorar, mucho. Recuerdo que de repente me apretaste la mano y me dijiste: no llores.
Recuerdo tu valentía, tus arengas, tu lucha incansable contra el cáncer, contra las injusticias, contra el nefasto city planning (si vieras ahora la plaza de los luna...), contra El Boñar... Tu vitalidad, tu amor, tus inquietudes, tus ganas de vivir a tope, tu humor, tu cabezonería. Recuerdo sobre todo tantos buenos momentos que he tenido el placer de compartir contigo. Me alegra haberte querido tanto y haberte acompañado en el duro camino hacia la muerte. Ha sido una suerte haber estado ahí. Eso me ha hecho más fuerte, mejor persona. Qué lección de vida me has dado Charo. Magistral.
Recuerdo lo último que me dijiste: Sandra, eres todo corazón. Tienes que endurecerte un poco, o no...
Para mí siempre serás una huella indeleble de coraje y valentía. Peleaste hasta el final como una leona, como la fiera que siempre fuiste. Te quiero. Siempre.

3 comentarios:

Mari Pickford dijo...

Ay Sullivan, me has hecho llorar en la soledad de mi oficina. Incluso yo, que conocí poco a Charo personalmente, pero mucho de oídas, me di cuenta de las excepcional persona que era. Hoy que el cáncer también se ha llevado a Carlos Llamas, uno se pregunta para que sirve tanto invento idiota que nos rodea, tanto dinero malgastado en ropa cara, tanto lujo y despilfarro... cuando una enfermedad te puede apartar para siempre de tus seres queridos.

pablini dijo...

Después de leer tu relato, puedo afirmar que conozo a tu tía Charo. Y es un placer conocerla.

Anita Baker dijo...

Qué relato has hecho, Sully. Es lo mejor que le puedes dedicar a Charo. El mejor homenaje. Sin duda, lo que la muerte no puede borrar es todos tus recuerdos. Compartelos con sus hijos, porque les gustará. Un besazo