martes, 23 de octubre de 2007

Extranjería

Hasta siempre, Vladimir. Le abrazó e inspiró su perfume dulce. Podía sentir el calor del cuerpo de su esposo y deseó que aquel contacto no terminara nunca. Jamás antes habían estado tan cerca. Se maldijo por no haberle dicho nada y maldijo al mundo. Te quiero, pensó. Te quiero y tú no lo sabes.
Y sin que ella pueda hacer ya nada se rompe el instante perfecto. "Lo siento señora, tenemos que irnos, el avión sale dentro de dos horas", exclama el policía.

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