jueves, 25 de octubre de 2007

El eco

Hasta siempre, Vladimir. Te quiero. Anna gritó su despedida a las montañas, las únicas que entenderían su tristeza por la partida de Vladimir, quien caminaba presuroso para no perder el tren que le llevaría hasta su futuro en una fábrica de Moscú. Se detuvo una vez más a contemplar las majestuosas cumbres nevadas. Cuánto iba a echarlas de menos. Lo mismo que a Anna. Hasta siempre Vladimir. Te quiero. La voz de Anna llegó desde las montañas, prendida del eco. Yo también te quiero, contestó con pesar. Volveré a por ti, gritó Vladimir al eco, aunque sabía que nadie le oía.

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